La sequía persistente, que desde hace unos años condiciona nuestra agricultura, sigue. Este año, con toda probabilidad, la producción de legumbres y cereales hará un bajón. Como agricultores, ¿qué podemos hacer con ellos? La alternativa más productiva es implantar cultivos adaptados al cambio climático actual y las características de nuestros suelos. Éstos, necesitan poca cantidad de agua para desarrollarse. Una muestra de estos cultivos son las mismas leguminosas, así como las diferentes variedades de cereales antiguos (espelta, Florence aurora y Khorasan).
La producción de estas variedades más sostenibles y resistentes en nuestra zona, nos permite llevar a cabo una diversificación del marco agrario basado, principalmente, en la cebada y el trigo. Los beneficios del cambio son notorios: fijación de nitrógeno en el suelo y diferente fecha de siembra que permite mejorar el control de las malas hierbas. Además estos cultivos favorecen un gran reservorio de fauna auxiliar que permite un control biológico natural.
Lo tenemos claro, frente a la falta de agua, cultivos más resilientes.